Un automovilista conducía con exceso de velocidad, agredía a los demás tocando la bocina, encendiendo las luces, vociferando. En una estrecha avenida tuvo que maniobrar bruscamente para pasar orillando a un auto compacto que estuvo a punto de accidentarse. El conductor del auto compacto era agresivo y venia armado se re incorporo al camino alcanzo al otro le cerro el paso y se bajo furioso.
– ¿Que te pasa le dijo altanero?
El otro le guitaba – Quítate estorbo, hazte a un lado, quítate!.
El conductor enfadado le pregunto – ¿Qué problema tienes, tienes mucha prisa?, pues será la ultima vez que corras tanto. Entonces saco una pistola, le dio un balazo y lo mato.
Lo verdaderamente trágico y terrible de este caso real que se publico en la prensa y que conmocionó a toda una ciudad fue que el hombre con prisa llevaba a su hijo enfermo al hospital en el asiento de atrás.
Nadie tiene derecho a juzgar. En el momento presente, este instante es igual para todos pero las emociones y circunstancias son siempre diferentes para cada individuo:
– A las 7 de la mañana dentro del mismo colectivo una persona piensa en el examen que presentará, otra se dirige a la delegación para atender algún problema legal, esta va a una oficina conflictiva, aquel va de compras, el de más allá esta de vacaciones, uno acaba de tener un hijo, otro sufrió recientemente una tragedia.
En el mismo tiempo cada uno vive historias diferentes es injusto enfadarse porque el vecino actúe de forma distinta, los momentos son iguales pero los mundos son diferentes lo que hay en la cabeza y el corazón de dos seres que comparten un espacio puede estar distanciado por miles de kilómetros, nadie tiene derecho a condenar.
“Por favor, deja de juzgar y aprende a visualizarte en el lugar del otro”